miércoles, 18 de febrero de 2015

Día a día



Querido diario:

Hoy está siendo un día con altibajos, quizá es porque está a punto de bajarme la regla (ya sé que esto no os importa una mierda, pero si esto es mi diario escribo lo que me salga de los ovarios), y puede que esté más sensible de lo normal. Ha empezado bien, llevando al peque a la guardería y encontrándomelo ya despierto y en la cama de Hugo, por lo que me he ahorrado la pataleta de “me has despertado, zorra, estaba soñando con Batman”. Lo llevo, lo traigo, y luego ahí nos ves, a Hugo y a mí en el sofá más aburridos que una ostra. Empiezo a cachivachear con mi nuevo móvil inglés, ya que ahora es temporalmente mío desde que Rosalía se fue, entrando en facebook y leyendo noticias arqueológicas. Cuando me llaman al móvil. Al inglés. miro la pantalla con extrañeza pensando que sería Luke, el padre de los niños y supuestamente el único que tiene el número. No lo es. Más extrañada aún, pienso que sería alguien preguntando por Rosalía (que ayer pasó, llamando una señora de Birmingham). Lo cojo, y cuál es mi extrañeza aún más cuando una voz masculina al otro lado dice “¿Sonia?”. Y yo respondo con un timidillo “yes?”, como si estuviera en mi puerta el cobrador del frac. Pero no, eran buenas noticias. Era Michel, el jefe de la empresa de limpieza, para decirme que uno de sus limpiadores había hablado con el y le había dicho que estaba interesada en el trabajo. He respondido que sí (prácticamente, me he limitado a decir “yes” en toda la conversación, aunque habría que darme un monumento porque he podido tener una conversación por teléfono). En fin, que hemos quedado el viernes, que es mi día libre, para hacerme una entrevista, y le he pedido que me envíe la dirección al correo y tal, porque además es en otro pueblo. Cuelgo, 5 minutos después, mientras estoy leyendo el correo, donde me decía lo que necesitaba llevar, me envía un mensaje de texto que por favor confirme que he recibido el mail. Le contesto, pero añado que no tengo ni número de la seguridad social británica ni cuenta bancaria. A lo que me responde que por lo menos la cuenta es necesaria y que tengo dos semanas para hacérmela.

Dios, mátame ahora, rápido. ¿Qué te he hecho para que hayas decidido que pase por semejante sufrimiento?

Bueno, mientras me pongo a buscar por el mundo de la red las experiencias de otros inmigrantes muertos de hambre españoles en UK, y leo lo que le han pedido a ellos, George se asoma a la venta y pregunta “Who is that?”.Y veo a una señora que viene hacia la puerta. Y es cuando recuerdo que su padre me dijo que la señora de los servicios sociales iba a venir hoy a las 10, así que le abro la puerta, miro su identificación y la dejo pasar. Me pregunto que dónde está Olivia. “No tengo ni zorra, señora”, quiero responderle en español. Pero en cambio, pongo mi mejor sonrisa y respondo “I think she’s sleeping. Do I wake her up?” (que conste que no lo he preguntando con tanto nivelazo de inglés, que no tenía tanto tiempo para pensar en aquél momento). Me dice que sí. Atención. Subo a la habitación, toco a la puerta suavemente y la llamo. Silencio al otro lado. No queriendo invadir su intimidad, vuelvo a llamar a la puerta más fuerte, y la vuelvo a llamar. Nada. Tercer intento y el mismo silencio mortal que los anteriores. Me giro y le pregunto a su hermano que dónde está, dando ya por hecho que no estaba dentro. Me dice que no lo sabe. Miran los hermanos en el baño y vacío. Empiezo a preocuparme de verdad. ¿Se ha ido de la casa y en qué mundo de la piruleta vivo yo que estando en la casa, ni me he enterado? ¿Se ha ido y no me ha dicho nada? Toco por cuarta vez, ya preocupada y mucho más fuerte. Nada. Mandando a la mierda su intimidad, abro suavemente la puerta y pregunto, insegura “Olivia?”. El mismo silencio. Asomo el morrillo cuidadosamente y sólo veo una cama vacía y semi-oscuridad en la habitación. Ahora sí que me preocupo de verdad. Bajo a la planta de abajo. La recorro mientras la señora está en el comedor y mando a George a hablar con ella. Se queja, se niega, casi lo tengo que llevar arrastras porque ninguno de los dos chicos quería ir con ella. George intenta darme pena pidiéndome el desayuno primero y le digo que lo tendrá cuando hable con ella. Lo empujo suavemente y renqueando y quejándose por fin entra.

Bien, ahora que la señora de servicios sociales no está mirando a ver qué hago, con la posibilidad de que podría haber podido perder un niño. Vuelvo a la habitación de Olivia y me acerco a su cama, y allí estaba ella, dentro, con el sueño como el de un oso hibernando y sólo asomando la cabeza. La despierto desde allí y le digo que siento hacerlo, pero que abajo hay una mujer esperándola. Menos de cinco minutos después, baja a la cocina una Olivia que no hubiera estado más dormida de haber sido sonámbula. Le digo que la mujer de servicios sociales quería hablar con ella. Me pregunta qué mujer. Le digo la que está en el comedor. Me dice que dónde está. Le repito que en el comedor. Pone cara de “ohhhhh… ahora acabo de entenderlo”, se va al salón, se tumba en el sofá y se soba. En fin, que ninguno de los niños quería hablar con ella, pero que no han tenido más remedio que hacerlo. La peor, o eso creo, parte se la ha llevado Olivia, porque es con la que más ha estado y después me ha dicho que mañana volverá sólo para hablar con ella. Lo cierto es que me Que me han dado un poco de pena y todo, porque no tiene que ser fácil ni agradable.

Una vez que la mujer se ha ido, allí que nos hemos quedado otra vez todo aburridos. Le digo a George que si ha sacado a la perra y me dice que se le ha olvidado, así que se pone a ello, pidiéndole y rogándole a Hugo que fuera con él, pero que el otro pasaba del tema, en pijama tirado en el sofá viendo los Simpson.. Así que me ofrezco a acompañarle si quiere, y me dice un sí entusiasta. Allá que vamos, él con la bici, yo con la perra, a un verde parque de perros que sólo me hace añorar aún más al mío pensando en lo que a él le gustaría. Pero por primera vez, George deja de parecer esquizofrénico y habla conmigo como una persona normal, así que creo que puedo apuntarme un mini punto para mí.

Mini punto que he perdido a la hora de la comida. Les voy a hacer una pizza, sólo a Hugo y Olivia que George no comía aquí. Le pregunto primero a Hugo de qué la quiere y me dice que de queso. Subo a preguntarle a Olivia y viene conmigo abajo y me da una de mozzarela. Así cotentos los dos. Pues no. Resulta que para Mr. Hugo la de mozzarela no era de queso, porque se veían cosas naranjas y verdes en la pizza que no le gustaban, aunque tampoco la había probado. Su hermana y yo hemos discutido con él para que se la comiera o la probara, pero él se ha mosqueado y se ha subido a su habitación. Así que para arriba voy, a intentarle convencerle con buenas palabras de que necesita las verduras en su vida y dejar de comer la porquería que come. Discutimos porque dice que no me entiende, y que sólo entiende “lunch” de todo lo que estoy diciendo. Le digo con ironía que siento si mi inglés no es bueno, pero que es mucho mejor que su español. Y prácticamente me grita que él no necesita saber nada de español porque no va a ser “ningún estúpido au pair”. Lo que me ha dolido. Y mucho. Oigo debajo voces extrañas. Salvada por la campana. Me voy abajo a conocer a la madre del amigo de George que venía a recogerle, una señora maja que me saluda en español. Español con acento británico, claro está. Pero el recibimieto se agradece igualmente.

Pasado eso, vuelvo a la carga y le digo a Hugo que la pruebe al menos, y que s no le gusta, siempre puede quitar “lo naranja y lo verde” con la mano”. Paso más de discutir y, disgustada, me subo a mi habitación. No estoy ni media hora cuando Hugo entra en mi habitación con carita de pena y me dice que se ha acabado toda la pizza.

En fin, que llevo más de una hora y media con un niño muy muy muy muy muy aburrido a mi lado en la cama, así que os dejo, que algo tendré que hacer para entretenerlo. Se supone que ése es mi trabajo.

3 comentarios:

  1. Las abuelas, esas sabias, tenían un remedio infalible para entretener/dormir niños cuando no querían soportarlos: ANÍS DEL MONO.
    No hace falta que me des las gracias.. Si les provocas un coma etílico o una deficiencia permanente, yo no dije nada.

    B.L

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    1. UN diazepan en la comida tampoco es una mala idea... Porque lo de anís del mono por aquí está el tema escaso xD

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  2. El Diazepam siempre es un bien valioso para gente como nosotras... Y no sabemos si los médicos de ese extraño país tienen manga ancha con los tranquilizantes para caballos que nos gusta tomar.

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