miércoles, 11 de febrero de 2015

Compras de última hora

 

Querido diario:


He decidido comenzar cada entrada con un "querido diario". Lo sé, lo sé... Es típico de narices, pero al fin y al cabo, esto es un diario, ¿no? También había pensando en poneros un nombre, ¿qué tal Hogwartianos? Al fin y al cabo, esto es el diario de una Slytherin buscándose la vida después de la caída del Señor Oscuro (lo que no es fácil, ¿eh?). Ya me diréis vuestra opinión al respecto.

Bueno, dicho esto, pasaré al tema de esta entrada. Os daré un rápido consejo: haced las cosas con tiempo. Me da igual que la experiencia auperil haya aparecido de repente y sin tiempo, como en mi caso; o que seáis esa clase de personas que lo deja todo para el final, como en mi caso también. Pero es que tener que hacer mil cosas, cuando te vas a una estancia en el extranjero por un período de tiempo relativamente largo, es horrible. No sólo por el estrés, el "¿se me estará olvidando algo?". Si no, y sobre todo, porque los últimos días que lo más seguro es que quieras pasarlo en tu casa o con los tuyos, no puedas hacerlo precisamente por esas mil cosas que vas a tener que hacer con tan poco tiempo de antelación. Así que, si la fecha de vuestra partida es dentro de un tiempo, id haciendo, cual hormiguita, las cosas poco a poco incluso aunque os parezca demasiado pronto; porque al final, en los últimos días, lo agradeceréis. No iréis tan estresados y podréis pasar el tiempo con los que más queráis o haciendo lo que os gusta. Estresados y nerviosos, eso seguro, pero más relajados que si os lo dejáis todo para el final, confiándoos en que tenéis tiempo de sobra.

Como creo que ya sabéis, no es mi caso. Yo no he tenido el lujo de disponer de tiempo, si no que en una semana tenía la familia y tenía ese tiempo para dejarlo todo solucionado para irme. Bueno, ya tengo la maleta, la mayor parte de las compras que tenía que hacer, la no-arreglada situación de la seguridad social, etc. La lista escrita en una libreta que me hice ya cada vez tiene más cosas tachadas, lo que empieza a ser un alivio.

Luego está el tema de la maleta. Como ya os comenté en una entrada anterior, soy esa clase de persona despreciable que, hablando de viajes, la palabra "imprescndible" lo engloba casi todo. Bien, yo he facturado en mi billete de avión dos maletas de 20 kg cada una, para ir segura. Más la de mano, suman 50 kg en total que puedo meter en el avión. He leído en otros blogs de au pairs y me ha aconsejado una amiga que lo hizo que con 20 kg y lo imprescindible, sobra. "Lévate lo justo para 10 días", dijo, "yo no lo hice y me arrepentí" Pero aquí vuelva la palabra dichosa... "imprescindible". Porque lo que para una lo es, no lo es para otra pero sí otra cosa, ¿no? En cualquier caso, dos maletas por si acaso.

El caso es que la mi maleta grande parece haber sido devorada por el monstruo de la Mierda del trastero y tenía que comprarme otra. Así que, con un presupuesto tan limitado como el mío, allá que me voy al sitio donde venden de todo y a un buen precio: a los chinos. Oiga usted, una maleta grande por 32€. No está mal. La miro un día y ya pensando que me iba a comprar ésa. Así que vuelvo ayer, pero ay de mí. Que las maletas grandes estaban en una estantería por encima del chino y de mí poniéndose uno sobre los hombros del otro. Y cuando el chino la baja, resulta que la altura de la estantería engañaba y que esa maleta tenía el tamaño del país del propietario del establecimiento. Abuela, ¿what the fuck? ¡Esa maleta me llega por la cadera! Le pregunto que si me podía bajar la siguiente más pequeña a ésta, y así lo hace el amable-peo-feo chino. Y la siguiente era del tamaño de la que ya tengo sin romper, así que no le veía mucho sentido comprarme otra igual. Y yo allí, pensando... Y al final la compro. Mientras que todo el camino yendo a casa, con una maleta que es fácilmente más grande que muchos chinos, sin poder parar de pensar en la guisa que iba a presentar cuando me bajease del aeropuerto y conociera por primera vez a mi host-padre. Que parecería El Almendro, volviendo a casa por Navidad. O con el equipaje de todos ellos juntos, por lo menos. Y haciendo un ruido por las ruedecitas en el suelo de mil demonios, yo pasando vergüenza y pensando en la que pasaría en el aeropuerto, en que si esa maleta, más el resto de lo que llevase, iba a caber en el coche del pobre señor...

Así que ya os contaré la cara que me ponen cuando me vean con mi casa dentro de una maleta del tamaño de China.

Falta... ¡4 días!




No hay comentarios:

Publicar un comentario